domingo, octubre 13, 2013

Cuando el dolor permanece en la memoria

Por: Raisa Martín Lobo 

Era 19 de octubre de 1961 y había pasado más de medio mes del arresto del humilde chofer, cuando la agencia noticiosa UPI dio a conocer el hallazgo del cadáver de un obrero, en una fosa de poca profundidad. ¿Su nombre? Rubén López Sabariego.

El último día que  lo vieron con vida se despedía como de costumbre antes de salir para su trabajo como chofer en la Ilegal Base Naval que el gobierno de los Estados Unidos mantiene en Guantánamo desde hace más de un siglo y que constituye una espina clavada en el corazón de todos los cubanos. Rubén había sido detenido por militares de la Base a las 10:40 pm, situación que indignó a sus compañeros de trabajo y familiares.

Cuando los  forenses cubanos, examinaron  el cuerpo de Rubén, comprobaron huellas de tortura, fracturas en el cráneo, el pómulo derecho y el costillar izquierdo; estas últimas causantes de una lesión en el corazón que le ocasionó la muerte. Tenía además una herida de bayoneta en el abdomen, fracturas en una pierna ocasionadas por patadas, huellas de culatazos y otras lesiones. La muerte, según los médicos había ocurrido entre el 13 y el 14 de octubre. Evidentemente se trataba de un asesinato, entonces una gran ira sobrevino en toda Cuba al conocerse el brutal hecho.

A pesar de la denuncia de su esposa y el reclamo de su libertad, las autoridades norteamericanas negaban que el obrero estuviese en dicho lugar. Debido a la persistencia de su esposa, el cuerpo del obrero le fue entregado el 21 de octubre. 

El velorio y el sepelio de Rubén, constituyeron una extraordinaria manifestación, de igual manera fue la acalorada despedida del duelo a la entrada del Cementerio San Rafael de Guantánamo, por el entonces comandante Raúl Castro Ruz, quien acusó y condenó al imperialismo yanqui por el repulsivo crimen.

El asesinato de Rubén López Sabariego por militares de la Ilegal Base Naval Yanqui, hace 51 años, corrobora el desprecio del Imperio por los cubanos y reafirma además, que las torturas, han devenido práctica usual durante décadas en el enclave militar. Cuando el dolor permanece en la memoria, se mantiene la fuerza y el decoro para soportar hechos abominables como éste.

La muerte de Rubén, fue sólo uno de los tantos crímenes ejecutados dentro o desde el ilegal enclave militar, que han puesto en peligro la paz y la seguridad nacional e internacional. Sin embargo, estas violaciones procuraron a Cuba la fortaleza necesaria para mantener en alto por principios por los que hoy luchamos y defendemos.

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