martes, abril 15, 2014

15 de abril de 1961: Preludio de una invasión mercenaria a Cuba

Por: Raisa Martín Lobo

El 15 de abril de 1961 se iniciaba una epopeya gloriosa para Cuba. El enemigo imperialista forjaba desde los Estados Unidos, una agresión armada y preparaban acciones agresivas con el objetivo de hacer desaparecer la Revolución. Ese día, miles de cubanos estaban congregados en sus respectivos puestos de combate.

La primera acción perpetrada para destruir la defensa aérea del Ejército Rebelde, fueron aviones camuflados con la insignia de lasa Fuerzas Armadas revolucionarias que bombardearon
el aeropuerto de Ciudad Libertad, la base aérea de San Antonio de los Baños, y el aeropuerto de Santiago de Cuba.  Todo un teatro armado para hacer creer a la opinión pública internacional que en nuestro país tenía lugar una rebelión interna.
 

Siete fallecidos, entre ellos mujeres y niños que vivían en lugares cercanos a los puntos de bombardeo, decenas de heridos y viviendas destruidas como saldo de la cobarde acción organizada y financiada por Estados Unidos, fue el saldo de la agresión militar.

Se equivocaba el Imperio y de qué manera.  La rápida respuesta del pueblo cercaron el intento del gobierno de los Estados Unidos y de inmediato, toda Cuba se puso en pie de lucha junto a su Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. ¿Por qué el resentimiento del gobierno de los Estados Unidos hacia la Revolución Cubana?, esa era justamente la pregunta que muchos se hacían. 


En 1961 y con sus objetivos bien definidos, se habían promulgado  leyes que laceraban los intereses estadounidenses en la Isla y con ello, se destruía la estructura económica que dejaron atrás los gobiernos de la seudorrepública. Los lacayos de la tiranía batistiana que habían huido hacia el vecino del Norte, demandaban el fracaso del Gobierno Revolucionario Cubano.  

"Nuestro país ha sido víctima de una criminal agresión imperialista.... Cada cubano debe ocupar el puesto que le corresponde en las unidades militares y en los centros de trabajo sin interrumpir la producción, ni la campaña de alfabetización, ni una sola obra revolucionaria. La Patria resistirá a pie firme y serenamente cualquier ataque enemigo, segura de la victoria."  Era el parte oficial firmado por el Comandante en Jefe Fidel Castro que dictaba a media mañana del 15 de abril.

Una vez realizado el pase de revista a los resultados de los ataques, se patentizó que la destrucción de los aviones cubanos en tierra había fracasado. En los bombardeos, el enemigo sufrió severas pérdidas. Algunos aviones no regresaron a las bases, otros regresaron averiados producto al fuego antiaéreo cubano, que demostró que no se podía violar ilegalmente el cielo patrio. Ese día, fue el preludio de aquella invasión mercenaria.

Fernando González: El castigo no fue contra mí, contra nosotros; fue una venganza contra un proceso revolucionario

(Tomado del blog de Hernando Calvo Ospina)

Los vi venir. La cita era en la Plaza de Armas, del lado de El Templete, en La Habana Vieja. Creí que nunca llegarían. Su paso era lento, despreocupado. Querían mirar y reparar en todo. Era como si quisieran descubrir la ciudad. Como si fueran los más dedicados turistas.
 
Quise ir a su encuentro pero desistí cuando miré a su alrededor. Muchos ojos se abrían desmesurados, como no creyendo que eran ellos. Entonces una mujer se acercó a ellos, y los tocó para constatar que sí eran. Se lanzó en abrazos. Avanzaron unos pasos y llegaron otros tres jóvenes para saludarlos. Pero la mayoría se contentaba con admirarlos. Ellos, con la mayor ternura recibían y observaban esas demostraciones de cariño.
 
Después de haber escuchado una versión de la Guantanamera, adaptada a los “Cinco Héroes” por tres músicos callejeros, al fin llegaron al lugar de la cita.  
Ahí sí me acerqué. Mejor, me fui directo para abrazar a Fernando. Nos fundimos en un abrazo como poquísimos he dado y he recibido de un hombre. 

Mi admiración por su noble labor y sus años pasados en prisión se fueron en el mío. Luego saludé a su esposa, Rosa Aurora Freijanes. No supe a quién debía saludar en primero: René, el otro antiterrorista libre, o a su esposa Olga, con los cuales ya había tenido la oportunidad de compartir unos momentos meses atrás. Creo que primero la abracé a ella. En ese momento noté que una dama trataba de pasar desapercibida: Elizabeth Palmeiro, la esposa de Ramón Labañino, otro de los antiterroristas cubanos que aún sigue pagando injusta condena en Estados Unidos.
 
Dominique Leduc, secretaria general de la Asociación de solidaridad France-Cuba, estaba más que sorprendida. Yo la había invitado sin precisarle de qué se trataba.
 
Había mucho viento, lo que dificultaba filmar en la calle. Por eso pedí a la dirección de un hotel que me permitiera hacerles la entrevista en el pequeño patio. Apenas dije de quienes se trataban aceptaron de inmediato: “Es un gran honor para nosotros acoger a nuestros Héroes”. No había dado la espalda para ir en su búsqueda, cuando sentí que la noticia comenzaba a propagarse entre los trabajadores. “Este pueblo les debe mucho”, le escuché decir a un hombre de piel bien negra, muy emocionado.
 
Ahí tenía sentado a Fernando para hacerle unas preguntas. Antes de que Roberto Chile, el reconocido camarógrafo cubano, diera luz verde a la filmación lo observaba y me preguntaba: ¿¡cómo pueden ser tan humildes, tan humanos, cuando en cada esquina y hogar de Cuba están presentes!?
 
“Los guardias me despertaron a la una de la madrugada del jueves 27 de febrero. Después me encadenaron de manos, cintura y pies, y a las 3h30 me sacaron de la prisión de Safford (Arizona). Presuntamente estaba en libertad, pero ahí mismo, en la puerta, fui detenido por las autoridades de migración. Y me llevaron en una caravana de vehículos muy custodiado hasta la ciudad de Phoenix. Luego a Miami… El operativo duró unas 36 horas. Siempre estuve esposado, y en medio de un gran operativo de seguridad que me sorprendió.
 
“Hasta en el avión que me trajeron a Cuba traía esposas, aunque eran de plástico, las que cortaron cuando el avión abrió la portezuela en el aeropuerto José Martí de La Habana. Sólo en este momento me sentí libre.”
 
¿Cómo se comportaron los presos contigo? ¿Sabían quién eras?

Al comienzo era un preso más. Pero poco a poco se fue haciendo conocido el caso debido a la solidaridad internacional. La solidaridad de las organizaciones en Estados Unidos logró que en algunos canales de televisión alternativos se informara de nosotros. Además, los materiales de lectura que recibíamos los compartíamos con los otros presos. Esto fue llamando la atención, y así se fueron dando cuenta que éramos personas con un pensamiento diferente. Entonces venían para charlar de Cuba, de la Revolución.
 
Estuviste preso quince años, cinco meses y quince días. ¿Fue un castigo que se le dio a Fernando González?
 
Desde el inicio de este proceso fuimos conscientes de que estábamos pagando por ser cubanos revolucionarios. Por estar realizando una labor para el pueblo de Cuba, para la Revolución, y hasta para el pueblo de Estados Unidos, pues evitamos acciones terroristas que le hubieran podido afectar.
El castigo no fue contra mí, contra nosotros: fue una necesidad de venganza por el odio que tienen contra un proceso revolucionario, contra una historia. Y así lo asumimos.
 
¿Cómo te sientes en Cuba?

Me siento bien libre, y no solo por haber salido de un régimen de cárcel. Tengo esa libertad que me negaron en Estados Unidos. Aquí tengo la libertad de hacer lo que quiero, incluyendo la libertad política. Es que en Estados Unidos no se es libre de pensamiento, porque ellos tienen muchos mecanismos para controlar y manipular a las conciencias de las personas.
 
Quedan tres antiterroristas cubanos en prisión…

Tenemos una deuda de gratitud con todos los amigos del mundo por lo que han hecho por nuestra libertad. Pero tenemos aún muchísimo por hacer, porque no nos conformamos que Ramón y Antonio cumplan su sentencia, como la cumplimos René y yo. Hacerlo significaría que Gerardo nunca regresara. Por eso los amigos de la solidaridad en el mundo deben seguir presionando para que los tres salgan y regresen lo más pronto posible.

¿Sientes que la Revolución y el pueblo cubano te cumplieron?

Me cumplieron. Nos cumplen. Pero es que nunca tuve dudas. Nosotros estábamos claros de cuál era nuestra responsabilidad, y que debíamos resistir. Estábamos conscientes de que públicamente, o no, íbamos a tener el apoyo de la Revolución, del pueblo de cuba. Y esto incluye a muchos cubanos residentes en Estados Unidos y el mundo. Un día se decidió que la defensa y apoyo a los Cinco se hiciera pública. Eso fue una decisión política. Pero aunque no hubiera sido así, nosotros sabíamos que no íbamos a estar solos.