(Tomado del blog de Hernando Calvo Ospina)
Los vi venir. La cita era en la Plaza de Armas, del lado de El
Templete, en La Habana Vieja. Creí que nunca llegarían. Su paso era
lento, despreocupado. Querían mirar y reparar en todo. Era como si
quisieran descubrir la ciudad. Como si fueran los más dedicados
turistas.
Quise ir a su encuentro pero desistí cuando miré a su alrededor.
Muchos ojos se abrían desmesurados, como no creyendo que eran ellos.
Entonces una mujer se acercó a ellos, y los tocó para constatar que sí
eran. Se lanzó en abrazos. Avanzaron unos pasos y llegaron otros tres
jóvenes para saludarlos. Pero la mayoría se contentaba con admirarlos.
Ellos, con la mayor ternura recibían y observaban esas demostraciones de
cariño.
Después de haber escuchado una versión de la Guantanamera,
adaptada a los “Cinco Héroes” por tres músicos callejeros, al fin
llegaron al lugar de la cita.
Ahí sí me acerqué. Mejor, me fui directo
para abrazar a Fernando.
Nos fundimos en un abrazo como poquísimos he dado y he recibido de un
hombre.
Mi admiración por su noble labor y sus años pasados en prisión
se fueron en el mío. Luego saludé a su esposa, Rosa Aurora Freijanes. No
supe a quién debía saludar en primero: René,
el otro antiterrorista libre, o a su esposa Olga, con los cuales ya
había tenido la oportunidad de compartir unos momentos meses atrás. Creo
que primero la abracé a ella. En ese momento noté que una dama trataba
de pasar desapercibida: Elizabeth Palmeiro, la esposa de Ramón Labañino, otro de los antiterroristas cubanos que aún sigue pagando injusta condena en Estados Unidos.
Dominique Leduc, secretaria general de la Asociación de solidaridad
France-Cuba, estaba más que sorprendida. Yo la había invitado sin
precisarle de qué se trataba.
Había mucho viento, lo que dificultaba filmar en la calle. Por eso
pedí a la dirección de un hotel que me permitiera hacerles la entrevista
en el pequeño patio. Apenas dije de quienes se trataban aceptaron de
inmediato: “Es un gran honor para nosotros acoger a nuestros Héroes”. No
había dado la espalda para ir en su búsqueda, cuando sentí que la
noticia comenzaba a propagarse entre los trabajadores. “Este pueblo les
debe mucho”, le escuché decir a un hombre de piel bien negra, muy
emocionado.
Ahí tenía sentado a Fernando para hacerle unas preguntas. Antes de que Roberto Chile,
el reconocido camarógrafo cubano, diera luz verde a la filmación lo
observaba y me preguntaba: ¿¡cómo pueden ser tan humildes, tan humanos,
cuando en cada esquina y hogar de Cuba están presentes!?
“Los guardias me despertaron a la una de la madrugada del jueves 27
de febrero. Después me encadenaron de manos, cintura y pies, y a las
3h30 me sacaron de la prisión de Safford (Arizona). Presuntamente estaba
en libertad, pero ahí mismo, en la puerta, fui detenido por las
autoridades de migración. Y me llevaron en una caravana de vehículos muy
custodiado hasta la ciudad de Phoenix. Luego a Miami… El operativo duró
unas 36 horas. Siempre estuve esposado, y en medio de un gran operativo
de seguridad que me sorprendió.
“Hasta en el avión que me trajeron a Cuba traía esposas, aunque eran
de plástico, las que cortaron cuando el avión abrió la portezuela en el
aeropuerto José Martí de La Habana. Sólo en este momento me sentí
libre.”
¿Cómo se comportaron los presos contigo? ¿Sabían quién eras?
Al comienzo era un preso más. Pero poco a poco se fue haciendo
conocido el caso debido a la solidaridad internacional. La solidaridad
de las organizaciones en Estados Unidos logró que en algunos canales de
televisión alternativos se informara de nosotros. Además, los materiales
de lectura que recibíamos los compartíamos con los otros presos. Esto
fue llamando la atención, y así se fueron dando cuenta que éramos
personas con un pensamiento diferente. Entonces venían para charlar de
Cuba, de la Revolución.
Estuviste preso quince años, cinco meses y quince días. ¿Fue un castigo que se le dio a Fernando González?
Desde el inicio de este proceso fuimos conscientes de que estábamos
pagando por ser cubanos revolucionarios. Por estar realizando una labor
para el pueblo de Cuba, para la Revolución, y hasta para el pueblo de
Estados Unidos, pues evitamos acciones terroristas que le hubieran
podido afectar.
El castigo no fue contra mí, contra nosotros: fue una necesidad de
venganza por el odio que tienen contra un proceso revolucionario, contra
una historia. Y así lo asumimos.
¿Cómo te sientes en Cuba?
Me siento bien libre, y no solo por haber salido de un régimen de
cárcel. Tengo esa libertad que me negaron en Estados Unidos. Aquí tengo
la libertad de hacer lo que quiero, incluyendo la libertad política. Es
que en Estados Unidos no se es libre de pensamiento, porque ellos tienen
muchos mecanismos para controlar y manipular a las conciencias de las
personas.
Quedan tres antiterroristas cubanos en prisión…
Tenemos una deuda de gratitud con todos los amigos del mundo por lo
que han hecho por nuestra libertad. Pero tenemos aún muchísimo por
hacer, porque no nos conformamos que Ramón y Antonio cumplan su
sentencia, como la cumplimos René y yo. Hacerlo significaría que Gerardo
nunca regresara. Por eso los amigos de la solidaridad en el mundo deben
seguir presionando para que los tres salgan y regresen lo más pronto
posible.
¿Sientes que la Revolución y el pueblo cubano te cumplieron?
Me cumplieron. Nos cumplen. Pero es que nunca tuve dudas. Nosotros
estábamos claros de cuál era nuestra responsabilidad, y que debíamos
resistir. Estábamos conscientes de que públicamente, o no, íbamos a
tener el apoyo de la Revolución, del pueblo de cuba. Y esto incluye a
muchos cubanos residentes en Estados Unidos y el mundo. Un día se
decidió que la defensa y apoyo a los Cinco se hiciera pública. Eso fue
una decisión política. Pero aunque no hubiera sido así, nosotros
sabíamos que no íbamos a estar solos.
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